Hace unos días, viendo un partido del mundial sub 20 con unos amigos, pasó algo que me hizo reflexionar. Habíamos organizado todo, nos juntamos relativamente temprano, para ver el partido y después tirar un poco de carne a la parrilla para celebrar, ya que estábamos seguros del triunfo. Compramos carne, longanizas, algo para beber, ensaladas, en fin, de todo lo necesario para un buen asado con varios amigos y amigas. Vimos el partido con la expectación necesaria, gritando cada jugada, poniéndole empeño, lo único que no salió fue un C-H-I!, porque no estamos pa esas cosas, pero de todas formas estábamos todos metidos en el partido. Pero he aquí el punto, estábamos TODOS, porque las TODAS, estaban más atrás hablando quien diablos sabe qué. Sólo mi polola, ya sabrán por qué, estaba con TODOS en ves de TODAS, y veía y gritaba por el partido.
Un poco antes que se lanzara el córner que fue finalmente el gol de Chile, a un amigo (no diré nombres pa no humillar) lo llamó su polola. El quería ver el córner, pero ella insistió en que era muy importante y le puso cara de Aguas Andinas, así que frente a la posibilidad de tener que pagar el coste y reposición del agua, mi amigo se paró y fue donde ella. En, eso, como sabemos, los cabros de la sub 20 sacan el tiro de esquina y Hans Martínez se eleva y con una volea de derecha la mete a un rincón del arquero; GOLAZO! VAMOS CHILE!. Pero aquí viene lo triste, cuando estábamos celebrando miramos para atrás y vimos que el Mauro (chuta, verdad que no iba a dar nombres), que aún conversaba el “tema importante” con su polola, nos miraba con una cara de “yo quisiera estar ahí”, tratando de hacerla corta, para el menos ver la repetición del gol, pero no. La Matilde (ah!, se me olvida lo de los nombres!!), no dejaba ni que mirara para donde estábamos saltando y gritando, insistía en que pusiese su atención sobre ella, cuando estaba a miles de kilómetros de distancia, en Canadá. Mientras tanto, mi polola saltaba junto a mí, con la polera roja de la selección que le regalé, celebrando el gol, disfrutando el fútbol y la victoria. La verdad es que las TODAS la miraban con algo de extrañeza y envidia, pero a ella le daba lo mismo, estaba feliz, festejando por Chile, junto a TODOS.
Y he aquí la enseñanza, hijos míos. Abran sus textos en Sicarii 32, versículos 29 en adelante: “Enseñadle a sus pololas a amar el fútbol. Partan por lo más sencillo, muéstrenles a Beckham, Nesta, Owen, o Maldini. Con eso empezarán a interesarse en los jugadores; no seáis soberbios ni celosos, es sólo un mal menor. Una vez que estén dispuestas a ver un partido con vosotros, aunque sea para verle las piernas a los jugadores, empiecen a explicarles en qué consiste el juego. Que son once por lado, que hay una pelota y la finalidad es meterla en el arco contrario. Continúen con el córner, el lateral, el tiro libre y el penal, pero no os apresuréis, dejad el Off-Side para el final, que es por lejos lo más difícil de enseñar. Pedidles que se definan por un equipo, enséñenle un par de gritos y cánticos. Muéstrenle que la camiseta Roja de la selección es sagrada y que quien se la pone debe mojarla. Finalmente, cómprenle la camiseta de la selección y llévenla al Estadio, pero no cometáis la imprudencia de llevarla a un partido difícil, llevadla contra Bolivia o Perú, ya que la mujer gusta del triunfo y odia la derrota, y si la llevan contra Brasil, la boleta que nos meterán harán que todo lo obrado no sirva de nada”. Palabra de Sicarii.
Siguiendo mi propia enseñanza, a mi polola le mostré todo lo que les he dicho, ahora se sabe las reglas del fútbol mejor que varios de mis amigos, de hecho, el otro día viendo un partido, un tipo sacó un lateral en ofensiva y un amigo gritó: Off-Side!!, y ella, sabia, le dijo: De un lateral no hay Off- Side! Mi orgullo creció a niveles insospechados, y mejor que eso, sé que me gané una compañera futbolera, que no sólo no me molesta si veo un partido, sino que entra a la pieza y me pregunta, eufórica ¿¡Ya empezó!?, ¿¡Cuánto van!?. Eso, hijos míos, es un trabajo bien hecho, eso es fútbol, eso es amor.
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