Obvio, mes de la patria, mes de la joda y el carrete. Al menos con mis amigos difícilmente nos acordamos de la primera junta de gobierno, de Mateo de Toro y Zambrano, de Ignacio de la Carrera o cualquier otro. Tampoco de O’Higgins, o Carrera o Rodríguez. Menos de las batallas de Cancha Rayada, de la de Maipú o de la de Chacabuco. Sólo nos acordamos de una cosa: Hay que comprar copete, longanizas, carne, empanadas y convencer a nuestras pololas que juntarse a celebrar el 18 es lo mejor que hay, pero que ojalá se pongan con unas ensaladas. Al menos con mi familia yo me reúno poco en estas fechas, tenemos una suerte de acuerdo tácito en el que la navidad es sagrada, igual que los cumpleaños, pero que el 18 y el año nuevo son eventos que uno celebra con amigos, no con familia. Además que mi familia se pone media latera y se va a la parcela de mi tía, todos juntos, a encumbrar volantines, jugar al trompo, bailarse un pie de cueca y aburrirse como ostra.
No digo que no me gusten los juegos típicos, pero hay una gran diferencia entre jugar con los amigos y entretenerse, y jugarlo con la abuelita y los primos chicos. Más encima los cabros chicos pueden ser expertos en jugar play station o nintendo, pero no saben ponerle tirantes a un volantín, ni menos ponerle una cuerda a un trompo y lanzarlo con destreza. A decir verdad yo tampoco soy bueno en eso, pero me da demasiada lata andar de payasito de cumpleaños recibiendo las peticiones de mis primitos. Mi papá es otra cosa, es ultra citadino, va en auto hasta a comprar pan, pero se cree huaso. En el fondo jura que nació en el campo chileno y que fue una casualidad que llegara a la ciudad. Cuando va donde mi tía se pone a hacer zanjas, reparar verjas, desmalezar la parcela, hacer asados y pedirle a mi mamá y sus hermanas que se rajen con unas humitas y ojalá con un buen vaso de tinto pa acompañarlas. Se pone una camisa cuadrillé, jeans y hasta se consigue una chupalla pa capear el sol. Jura que se ve lindo y rural.
Precisamente de una conversación con él quiero hablarles; pese a la existencia del acuerdo tácito de inasistencia a las celebraciones, mi papá siempre insiste en invitarme. Me dijo: “¿Vamos donde tu tía pa’l 18?”, imitando un acento sureño, y cuando le dije que no, puso cara de molestia y me preguntó por qué, que si acaso no lo pasaba bien con la familia, que si acaso no era linda la parcela de mi tía, que si no era chileno y quería celebrar nuestra independencia. A tanta pregunta sólo pude decir dos cosas: “Viejo, primero que nada la independencia fue posterior, el 18 es por la primera junta de gobierno, y segundo, empieza la Champions League, y no me quiero perder los partidos”. Sólo imaginen lo que esa respuesta provocó en alguien que se cree huaso. Casi me mató con la mirada que me puso, se incorporó en la silla y espetó: “¡¿Cómo te vas a poner a ver fútbol internacional el 18?!, ¡Si al menos fuera de la selección!”, intentando apelar a mi sentimiento patrio-futbolero. Y más encima mi respuesta a eso no hizo sino empeorar las cosas: “Encuentro mucho más entretenido ver un partido del Liverpool que bailarme una cueca”. Ahí se le salió el capataz de fundo, si hubiese tenido una escopeta me dispara directo en la cabeza, se levantó de donde estaba sentado y se puso a bufar, parecía toro enrabiado, ni siquiera era capaz de terminar las frases que me decía mientras se paseaba de un lado a otro en el comedor; ¡Mira que andar viendo fútbol…..!, ¡Qué Liverpool…!, ¡…falta de patriotismo!, ¡Tú tía se va a sentir….!, ¡Las perdiste todas conmigo…!, ¡No, no, es que…..!, y muchas otras que como las decía para sus adentro no recuerdo o no alcancé a oír.
Mientras tanto, yo miraba pa la cocina a ver si estaba mi mamá para que domara al toro en el que mi viejo estaba convertido, pero la señora no aparecía nunca. Cuando se dejó de rabiar, me miraba inquisidor, supongo que con ganas de pescar la fusta y darme en la espalda, pero me mantuve sereno. Puse cara de seguridad en mi decisión, para que no siguiera insistiendo y empeorara la pelea. Además, yo estoy seguro que prefiero ver cómo el niño Torres le hace goles al Porto, que andar con cara de pánfilo y con hojotas. “Mi única patria es la cancha”, pensé en decirle, pero me lo callé, así no se ponía más chúcaro. Fue la más sabia decisión del día. Se fue a su pieza amurrado y al otro día ya andaba con el mismo ánimo de siempre. Que mi tía lo llamara en la noche para empezar a ponerse de acuerdo en qué pone cada uno, lo hizo sentir que ya se venía el 18, y se puso en inmediata sintonía, así que ya no discutimos el tema.
En cuanto a la junta con mis amigos para esos días, ya estamos claros, yo pongo la casa y plata pa copete; ellos traen carne, longas y las minas las ensaladas. Vamos a poner la tele en la terraza, sintonizada en ESPN, y cuando termine el partido, campeonato de emboque y volantín, unos pies de cueca, y sobre todo, entre medio de todo eso, un brindis con chicha por Chile y nuestra independencia.
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